20 de agosto de 2011

a nuestros estudiantes

¡Qué momento crucial que se vive en el país! Aires de cambio, aires de revolución, de dejar atrás estructuras enmohecidas y apolilladas. ¿Y qué es lo que está en juego? Una vez más, y como ha sido en tantos momentos de la historia: dos necesidades humanas, una material, alimentación, techo, abrigo, salud, y otra espiritual: cultura y educación. En ello se expresa nuesta doble naturaleza, nuestro ser bifronte, con una mirada puesta en la tierra y otra dirigida al cielo. Un país, un gobierno, una sociedad que sólo se preocupa de uno ´de estos ámbitos, decae, fracasa. Y en nuestro caso, en este finis terrae en que vivimos, la necesidad es justamente doble, como en general lo es en el así llamado "tercer mundo", dado que ninguno de ambos ámbitos de la necesidad, material y espiritual, está suficientemente cubierto.
Todo ello nos muestra, en pocas palabras, que estamos mal y que probablemente incluso vamos de mal en peor, y más encima, hace mucho rato.
Hubo 20 años, que bajo la caratula del socialismo no se hizo más que administrar el modelo individualista, economicista y únicamente preocupado por las cifras macroeconómicas, heredado de la dictadura.
¿Y quiénes captaron esto con meridiana claridad? Nuestros estudiantes, la vida jóven, la vida nueva, la vida que lleva en su corazón más vida, que lleva la primavera, el renacer, la promesa de un nuevo mundo, con su gran sueño. Ellos, nuestros estudiantes, nos han llevado a creer paso a paso lo que no creíamos, nos han llevado a abrigar nuevas esperanzas, a sacarnos de nuestro marasmo hipócrita, autocomplaciente, enmohecido y aburguesado.
No creíamos para nada que pudiere haber un alto al lucro, al lucro donde no se justifica, a la conversión de instituciones educacionales en empresas.
Nuestros estudiantes nos han llevado a creer también y por sobre todo en la posibilidad de una educación gratuita, el viejo ideal hecho realidad por siglos y que sociedades desarrolladas y de elevada cultura mantienen y atesoran aun en estos tiempos.
¡Qué bella, qué sugestiva lucha! Es la lucha una vez más entre la cruda realidad y el ideal, que preferentemente enarbolan los jóvenes, y la contracara de una generación pasada, que se quedó justamente atrás, que se entregó a la fuerza arrolladora del mercadismo y del individualismo.
¿Triunfará esta valiosísima causa de los estudiantes que ahora muchos hacemos nuestra? ¿Podremos enfrentar los poderes fácticos instalados, la fuerza del mercado, los intereses mezquinos, el poder establecido, asentado en el actual gobierno de derecha?
Sugestiva es también la mentada tensión entre materialidad e idealidad, que nos lleva a ubicarnos en el intersticio, en que reconocemos nuestra fragilidad, nuestra fragmentariedad, valiendo esto especialmente para los que somos parte de la anterior generación, y que lo vivimos así en el mejor de los casos. En contraste con ello, ¡qué belleza en el heroísmo, la valentía, el coraje de nuestros jóvenes!
Y lo que pasa en Chile atraviesa hoy todo el planeta, por todos lados se agudiza en mayor o menor grado. Estamos de cara a un planeta, a una humanidad, en la más profunda crisis y encrucijada. Estamos en un mundo que ya no puede más de tanto extravío, un mundo que mira con indiferencia cómo inmensos grupos humanos viven en la miseria, un mundo que indolente ve y es cómplice también de la destrucción de miles de especies de flora y fauna, de la explotación indiscriminada del entorno. Los signos de alerta se activan todos los días. Simplemente no podemos más y este clamor profundo es el que aflora con la voz aguda y corajuda de nuestros estudiantes.
Al fin y al cabo es tan legítimo además que ellos reclamen y pongan el grito en el cielo, porque es su mundo y el de sus hijos el que está en juego en este planeta perdido en el universo.
Escuchemos pues sus demandas y brindémosles nuestro apoyo.
¿Cuán radical será el cambio que se alcance? No podemos saberlo, pero lo que resulte de toda esta tremenda convulsión será mejor.
Es cierto, como dice Goethe, que "el hombre actúa sin conciencia", porque no puede conocer todas las consecuencias y todas las motivaciones de la acción emprendida, pero siempre se trata de sopesar, en la medida de lo posible, la última justificación de nuestras decisiones y acciones. Esto es lo que por de pronto el dictador no hizo al simplemente expropiar las sedes de la Universidad de Chile y de la Universidad Técnica del Estado, como las Escuelas Normales, esparcidas por todo el país.
Y habiendo una ley que prohíbe el lucro en las instituciones de enseñanza superior, ni el gobierno dictatorial ni los gobiernos de una concertación, bajo la mascarada del socialismo, fueron capaces de hacer cumplir. Hoy la promesa del gobierno derechista, después de mucha presión, es hacer cumpir la ley. ¿Cómo? ¿De qué modo? ¿No será que se mantendrá el subterfugio, el seguir lucrando a hurtadillas y con la mendaz anuencia del Estado? ¿Y qué de todo el lucro ya obtenido en tantos años? Nuestros estudiantes tienen una vez más la razón en no aceptar esto. Justamente de nuevo estamos aquí de cara a lo inaceptable y que es lo que ha atravesado el movimiento de protesta y rechazo de punta a cabo.
Hoy por hoy el poder tiene más que nunca complejas triquiñuelas y maquinaciones difíciles de desenmarañar. Se vale de departamentos comunicacionales, preocupados principalmente de encuestas y de lo que conviene o no conviene decir y plantear. La verdad ni la intrínseca justificación de algo importa ya. Y ello, a fin de cuentas, siempre ha tenido un nombre: descaro. Y probablemente sean la codicia y el descaro, asociado a ella, y que la refuerza, nuestro más horroroso mal.

1 comentario:

Ana Maria dijo...

¿Cómo aprovechar desde el contexto educativo las fases de la socialización de las personas?

¿En qué procesos culturales están los jóvenes en el actual sistema educativo?