8 de agosto de 2010

¿El destino?

Todo el empeño de la mentalidad racional, lógica y científica humana está en acorralar el azar, en circunscribirlo, acotarlo, de tal modo que lo que hasta ahora era en apariencia azaroso, hay una ley que desde aquí en adelante lo explica. En la medida en que la ciencia avanza, avanza también el determinismo. El científico experimenta que la fórmula o la ley que propone hasta las estrellas quedan con sus movimientos, con su corrimiento al rojo en el espectroscopio, sometidas a la ley, y entonces por muy estrellas que ellas sean, una vez descubierta la ley, sabremos de antemano que ellas no podrán hacer sino lo prescrito por la ley.

Al científico le ocurre que prorrumpe en gritos de alborozo (como Arquímedes gritando: “¡eureka!”, “¡lo he descubierto!”) cuando en la secuencia de los fenómenos que sea el caso lo que hasta ahora se presentaba como meramente azaroso, se descubre en ello una regularidad, una legalidad, una razón suficiente, ergo una forma de determinismo. A lo mejor puede ser una “ley metereológica”, que explica de manera inaugural lo que hasta ahora semejaba el vago e incierto régimen de lluvias, de la escarcha, del granizo, de la nieve, de la sequía, o de los erráticos tornados. Pero, como ya dice su solo nombre ‘meteoro-logía’ hay en ello una intuición a priori de que tras los fenómenos meteóricos del tiempo y el clima tiene que haber un logos, una razón, una legalidad, una razón suficiente. (Así Heidegger, en la misma línea sostiene en su obra El principio de razón que lo que sea la ‘bio-logía’, la ‘geo-logía’, la ‘socio-logía’ suponen en cada caso que hay una razón suficiente que rige la vida, el planeta Tierra, la sociedad).

De este modo pues sucede que el determinismo, con su logos, su razón, que le es propia, interrumpe el azar.

Mas, Jean Baudrillard ofrece una sugerente posibilidad de entender algo que repele a la razón y su determinismo: el destino, precisamente porque lo interrumpiría. Esto es lo que ocurre cuando algo comienza a repetirse de manera completamente inexplicable y que puede dar lugar a lo que llamamos suerte o fortuna, pero también al estigma. Que algo vaya en forma reiterada bien o mal, sin que podamos echar mano de alguna explicación de ello, esto abre nuestra mente a algo así como el destino.

Y si con el determinismo sucede simplemente que se expresa en él una regularidad, ésta tiene que ver con lo acostumbrado, y ello no sólo se refiere a regularidades que se presentan en la matemática, sino en los fenómenos físicos. . Pero, el supuesto destino, en cambio, se refiere a que más bien es lo insólito, lo inesperado, lo desacostumbrado, aquello que nos sorprende por lo fortuito de su aparición, aquello que se repite.

Vistas las cosas de este modo, el determinismo da lugar a una explicación científica de los fenómenos que se repiten, como que los cuerpos caigan, mientras que el destino, porque tiene que ante todo con lo insólito, lo inaudito, se sustrae a toda explicación, y es por ello que da lugar más bien a lo que se vincula con la religión y un parejo modo religioso y místico de habitar el mundo.